FANTASIA II – Despertar en la cabaña

Si mi corazón me trajo a la cabaña decido quedarme un poco, así me duermo envuelta en mi manta, que recuerda unos brazos, al lado de un fuego que poco a poco se fue extinguiendo, quedando solo un brazas que semejan una herida abierta, palpitan como si quisieran hablar de dolores.

Despierto pero no quiero despertar, me quedo un rato, tranquila, sintiendo el leve calor que desprenden las brasas, sintiendo mi cuerpo, cada parte, un poco resentido por el duro trato recibido por el suelo la cabaña.

 

Escucho el crujir de las brasas, restos de un fuego que se niega a extingirse del todo, lentamente voy abriendo mis ojos a este nuevo día, y nueva realidad, e me estiro, respiro y permito que el aire helado de la montaña penetre en mí, el aire que habla de nieves, frías pero limpias, puras, que me habla de aves majestuosas y valientes que estiras sus alas sin importar las adversidades del clima y se arriesgan en busca de su alimento.

Alimento, parece escuchar mi estómago, y gruñe.

Antes de escuchar mi estómago alimento el fuego y me quedo mirando, como esas brazas que parecían extinguidas van aferrándose a estos nuevos maderos. ¿son las mismas brazas? o ¿gracias a los restos de antiguas brazas nacen unas nuevas?, miro pero nuevamente no recibo respuesta.

Un escalofrió me recorre, una baño, eso quiero, una baño que me caliente, limpie, preparo un baño mágico que no solo limpie mi cuerpo sino que me proteja y cuide de envidias, y que haga rebotar todos los malos deseos dirigidos hacia mí.

Que renovada me siento, limpia, cuidada, perfumada y protegida. Con ropa abrigadora y suave.

Abro la puerta y veo el bello espectáculo frente a mí, hace rato amaneció, en alguna parte un pajarito canta, se siento el ruido el agua que brota. La vida que se manifiesta a pesar de la nieve, a pesar del frio.

Respiro y agradezco al creador este regalo.

Vuelvo a sentarme frente a mi chimenea esta vez con una exquisita taza de chocolate caliente en mis manos y junto a mi esperan un par de crujientes croissant.

Miro las nuevas llamitas que me hipnotizan, nada pienso, solo siento, el calor que me rodea, el olor y suave sabor del tibio chocolate. 

Mi cabaña que parece abrazarme, acogerme, amarme.

POEMA 17

Autor: Pablo Neruda

Pensando, enredando sombras en la profunda soledad.
Tú también estás lejos, ah más lejos que nadie.
Pensando, soltando pájaros, desvaneciendo imágenes,
enterrando lámparas.
Campanario de brumas, qué lejos, allá arriba!
Ahogando lamentos, moliendo esperanzas sombrías,
molinero taciturno,
se te viene de bruces la noche, lejos de la ciudad.

Tu presencia es ajena, extraña a mí como una cosa.
Pienso, camino largamente, mi vida antes de ti.
Mi vida antes de nadie, mi áspera vida.
El grito frente al mar, entre las piedras,
corriendo libre, loco, en el vaho del mar.
La furia triste, el grito, la soledad del mar.
Desbocado, violento, estirado hacia el cielo.

Tú, mujer, qué eras allí, qué raya, qué varilla
de ese abanico inmenso? Estabas lejos como ahora.
Incendio en el bosque! Arde en cruces azules.
Arde, arde, llamea, chispea en árboles de luz.
Se derrumba, crepita. Incendio. Incendio.
Y mi alma baila herida de virutas de fuego.
Quien llama? Qué silencio poblado de ecos?
Hora de la nostalgia, hora de la alegría, hora de la soledad,
hora mía entre todas!

Bocina en que el viento pasa cantando.
Tanta pasión de llanto anudada a mi cuerpo.
Sacudida de todas las raíces,
asalto de todas las olas!
Rodaba, alegre, triste, interminable, mi alma.

Pensando, enterrando lámparas en la profunda soledad.
Quién eres tú, quién eres?